jueves, 14 de septiembre de 2017

La civilización

Ilustración de Dongfang Tenghong.

En el confín meridional del extremo occidente se encuentra la gran pradera primitiva rodeada de tierras desconocidas. Allí, las fuerzas vitales del universo, el yin y el yang, no entran en contacto y en consecuencia no existe el contraste entre el frío y el calor. Ningún rayo de sol o de luna cae sobre ella y por consiguiente no hay ni día ni noche. Sus habitantes no comen ni llevan ropa, están durmiendo casi siempre y dan un paseo una vez cada cincuenta días. Creen que lo que hacen en sueños es real y que la irrealidad es su vigilia.
El punto central de los cuatro mares es nuestro reino de China. Abarcado por el río Amarillo por el norte y el sur y recorrido al este y al oeste por los montes Tai, tiene muchos miles de kilómetros cuadrados. Su proporción de yin y yang se determinó con todo cuidado y en consecuencia goza de equilibradas estaciones de frío y calor. La división de la luz y de la oscuridad se hizo asimismo con buen criterio y por tanto sus días y sus noches son iguales. Su población es de inteligencia varia. Todo crece y se multiplica. Allí puede encontrarse toda suerte de genio y habilidad. El gobierno lo componen el rey y sus ministros. Les apoyan la ley y la tradición. Su mundo está lleno de múltiples cosas. Duermen y viven la vigilia ordenadamente. Consideran real lo que hacen cuando están despiertos e irreal lo que ven en sueños.
En el confín septentrional del extremo oriente hay una tierra que se tiene por la base de los montes, donde el clima es normalmente nocivo. El sol y la luna apenas se alejan del horizonte y su luz es muy débil. El suelo es estéril para la mayor parte de cultivos. Sus habitantes viven de raíces y legumbres y no saben cocinar. Son violentos y despiadados por naturaleza y el más fuerte explota al más débil. Veneran la fuerza, no la ética social. Casi siempre están de viaje y apenas descansan. Y siempre están despiertos, no duermen jamás.

Tomado del libro Los cuentos fantásticos de China de Moss Roberts

Traducción de Antonio-Prometeo Moya

La civilización
Lieh Tzu

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