martes, 5 de diciembre de 2017

Fahrenheit 451

Ray Bradbury. Fahrenheit 451.

3. Fuego brillante
—¿Cuántos son ustedes? 
—Miles en los caminos, las vías de ferrocarril abandonadas. Vagabundos por fuera, bibliotecas por dentro. No lo planeamos en un principio. Siempre había alguien que quería recordar un libro, y así lo hacía. Luego, después de veinte años, nos encontramos, fuimos de un lado a otro, unimos los hilos sueltos, e ideamos un plan. No debíamos olvidar lo más importante: no éramos importantes. Debíamos evitar toda pedantería. No debíamos sentirnos superiores a nadie en el mundo. No éramos más que cubiertas protectoras de libros; ése era nuestro único significado. Algunos de nosotros viven en pueblos. El capítulo primero de Walden de Thoreau en Green River; el capítulo segundo en Willow Farm, Maine. Hasta hay una aldea en Maryland, de veintisiete habitantes, que es los ensayos completos de un hombre llamado Bertrand Russell. Ninguna bomba tocará esa aldea. Uno puede, casi, tomarla en la mano, y pasar las páginas, tantas páginas por persona. Y cuando la guerra termine, algún día, algún año, podrán escribirse los libros otra vez; se llamará a la gente, una a una para que recite lo que sabe, y los guardaremos impresos hasta que llegue otra Edad de las Tinieblas, y tengamos que rehacer enteramente nuestra obra. Pero eso es lo maravilloso en el hombre; nunca se descorazona o disgusta tanto como para no empezar de nuevo. Sabe muy bien que su obra es importante y valiosa.

Traducción de Francisco Abelenda

Fahrenheit 451 (1953)
Ray Bradbury

No hay comentarios: